Como propietario, sé perfectamente lo que significa entregar tu casa a una inmobiliaria con la esperanza de que se venda rápido y al mejor precio. Lo que empieza como una mezcla de ilusión y expectativa, muchas veces puede transformarse en frustración y hasta desesperación.

Probablemente, es o fue el hogar donde crecieron tus hijos, o una inversión que hiciste con esfuerzo esperando obtener un buen retorno. En cualquiera de los casos, esta propiedad tiene un valor, no solo económico, sino también sentimental.

Sin embargo, el proceso de venta no siempre resulta como esperabas.

1. Te sientes en la oscuridad
   Semanas pasan, y sientes que no hay avances. Llamas a la inmobiliaria y te dan respuestas que no te convencen, o peor aún, no te llaman en absoluto. Empiezas a preguntarte si realmente están haciendo lo suficiente por ti y por tu casa.

2. La incertidumbre te consume
   Cada día que pasa sin noticias te genera más preguntas. ¿Por qué no se vende? ¿Es el precio demasiado alto? ¿No le están dando suficiente visibilidad? ¿Se están esforzando realmente? Este tipo de incertidumbre te desgasta emocionalmente, y te hace dudar de la decisión que tomaste al confiar en una inmobiliaria.

3. Sientes que tu propiedad no importa
   Tu casa tiene valor para ti, pero la falta de atención o de promoción adecuada te hace sentir que no están cuidando tu bien más preciado. Otras propiedades se venden rápidamente, mientras la tuya sigue en el mercado sin movimiento. Y empiezas a sentir que, para la inmobiliaria, tu casa no es una prioridad.

4. El tiempo se vuelve tu enemigo
   Con cada semana que pasa, el mercado se enfría para tu propiedad. Los compradores ven una casa que lleva demasiado tiempo disponible y pierden interés, pensando que algo no está bien. Cada día que pasa sin una venta te aleja más de la meta, y eso te pesa.

Lo que te puedo asegurar es que esa sensación de impotencia no es algo que deberías aceptar como normal.